Nos conocimos siendo un amor Perfecto de la ficción. Los personajes de una canción de amor. Tenías esa capacidad juguetona de los que en un día saben construir una vida de recuerdos. Siempre tu risa y la ligereza con la que hablábamos de las atrocidades del mundo. Tus emociones todas piscianas llenas de misericordia. Siempre tu mirada tan curiosa y con ganas de aprender. Hicimos, particularmente, uno de esos castings en los que sueñas mucho con quedarte. Con habitar mundos nuevos y desconocidos. Algo que ocurría en el espacio exterior y tenía frases como “cuando regrese a mi planeta”. Y nos permitimos creer en esas fantasías con la fe de los niños. Qué difícil seguir soñando con un hueco tan enorme dentro. Pero sé que norteñamente me regañarías si dejara de hacerlo. A pesar de todo. A pesar de esto. A pesar de la maldad y el absurdo mas desproporcionado. Te quiero en todos los planetas. Te extrañaré siempre siempre. Te bailo con fervor aunque duela tanto.
Nos conocimos siendo un amor Perfecto de la ficción. Los personajes de una canción de amor. Tenías esa capacidad juguetona de los que en un día saben construir una vida de recuerdos. Siempre tu risa y la ligereza con la que hablábamos de las atrocidades del mundo. Tus emociones todas piscianas llenas de misericordia. Siempre tu mirada tan curiosa y con ganas de aprender. Hicimos, particularmente, uno de esos castings en los que sueñas mucho con quedarte. Con habitar mundos nuevos y desconocidos. Algo que ocurría en el espacio exterior y tenía frases como “cuando regrese a mi planeta”. Y nos permitimos creer en esas fantasías con la fe de los niños. Qué difícil seguir soñando con un hueco tan enorme dentro. Pero sé que norteñamente me regañarías si dejara de hacerlo. A pesar de todo. A pesar de esto. A pesar de la maldad y el absurdo mas desproporcionado. Te quiero en todos los planetas. Te extrañaré siempre siempre. Te bailo con fervor aunque duela tanto.
Desde que tengo 14 años soñaba con un día dirigir una película. A esa misma edad escribí la premisa de Berezade en un cuaderno. Desde que soy actriz (más de veinte años ya) he pensado en la experiencia cuentacuentos como un momento de comunión entre los que nos sentamos en el mismo círculo alrededor del fuego. Pensaba “cuando haga mi ópera prima, habrán juegos y habrán amigos y habrán risas y habrá slideshow de fotos y habrá chisme y habrán visitas de la personas que más amo y habrá baile y pastel” y todo fue como lo soñé. También hubieron cosas que jamás pude haber ni imaginado. Lo improbable de la vida, siempre lo sorprendente, siempre lo imprevisible. Los colores que no sabemos como se llaman. Lo que jamás pensé. Tanto bueno como malo. Así como fueron todos y cada uno de los elementos e integrantes de este periodo tan importante en mi vida. Estas tres semanas que no se repetirán nunca. Yo sé que para muchos mortales el cine es una de tantas otras cosas. Pero para nosotros es TODO por un corto periodo y nada importa más que esa tripulación y esa familia de un ratito. Yo que siempre cazo momentos y estoy en la periferia de la muerte (así vivo, pensando en qué haría si se acabara todo pronto, porque sé que sea cuando sea, siempre es pronto), me entrego por completo a todo lo sucedido, a las enormes crisis y la gratitud inefable que me sobrecoge… y agradezco todo y cada instante. Lo aprendido, lo vivido, lo llorado, lo cantado, lo tosido. Cada metida de pata y cada golpe de suerte. Esta película tiene mucho ángel porque tiene la energía de muchas personas hermosas… Gracias al crew mas bello que he conocido. Gracias por hacer Berezade suyo. Nos volveremos a encontrar. Los quiero siempre y los tendré siempre tatuados en mi corazón. Cuenten conmigo para siempre. 📸 @mrtoledanini
Desde que tengo 14 años soñaba con un día dirigir una película. A esa misma edad escribí la premisa de Berezade en un cuaderno. Desde que soy actriz (más de veinte años ya) he pensado en la experiencia cuentacuentos como un momento de comunión entre los que nos sentamos en el mismo círculo alrededor del fuego. Pensaba “cuando haga mi ópera prima, habrán juegos y habrán amigos y habrán risas y habrá slideshow de fotos y habrá chisme y habrán visitas de la personas que más amo y habrá baile y pastel” y todo fue como lo soñé. También hubieron cosas que jamás pude haber ni imaginado. Lo improbable de la vida, siempre lo sorprendente, siempre lo imprevisible. Los colores que no sabemos como se llaman. Lo que jamás pensé. Tanto bueno como malo. Así como fueron todos y cada uno de los elementos e integrantes de este periodo tan importante en mi vida. Estas tres semanas que no se repetirán nunca. Yo sé que para muchos mortales el cine es una de tantas otras cosas. Pero para nosotros es TODO por un corto periodo y nada importa más que esa tripulación y esa familia de un ratito. Yo que siempre cazo momentos y estoy en la periferia de la muerte (así vivo, pensando en qué haría si se acabara todo pronto, porque sé que sea cuando sea, siempre es pronto), me entrego por completo a todo lo sucedido, a las enormes crisis y la gratitud inefable que me sobrecoge… y agradezco todo y cada instante. Lo aprendido, lo vivido, lo llorado, lo cantado, lo tosido. Cada metida de pata y cada golpe de suerte. Esta película tiene mucho ángel porque tiene la energía de muchas personas hermosas… Gracias al crew mas bello que he conocido. Gracias por hacer Berezade suyo. Nos volveremos a encontrar. Los quiero siempre y los tendré siempre tatuados en mi corazón. Cuenten conmigo para siempre. 📸 @mrtoledanini
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Ya casi me toca despedirme de este país. Aún no tengo que decirle adiós a mi personaje, ni al proyecto que me trajo aquí (sino estaría toda devastada en vez de escribiendo esto) pero un país entero que fue casa y cobijo de tres meses no es poca cosa. Es, al menos, razón de un agridulce abrazo de partida. Mi Montevideo y su cielo, el vuelo más esperado después del año más interrumpido de la historia… ¿Cómo hablar de tantos cambios? De los ciclos que se cerraron (¡y ojalá los que se abrieron!), de los círculos de piel herida que se curaron de repente, del colorsito nuevo de una tez tocada por un sol diferente, más blanco (quesque hay un hueco en la capa de ozono, dicen) ¿Cómo decir adiós a una vida de princesa en cuarto de hotel, a las idas descalza por la ruta de emergencia al cuarto de @naianaianaian , la comunicación pared a pared con @hozemelendez , las variadas idas a cenar a los mismos siete lugares, como si fuésemos citadinos veteranos y conocedores que ya probaron todos los sabores de la ciudad en la que decidieron envejecer? ¿Cómo hablar de la bocanada de aire (viento, brisa uruguasha) que me vino a limpiar de tanta mugre? ¿De los libros que no quería comprar pero que me llevo conmigo muy a mi pesar (sarcasmo)? De las canciones que me pusieron tantos de ustedes, ya bien guardadas en mi playlist. De @gustavotaretto que me ha visto llorar diez veces por lo mucho que me conmueve esto que está(mos) haciendo. De la buena onda y el crew más alivianado, y las conversaciones que no tuve, pero más por las que sí tuve. Montevideo y sus sorpresas, sus epifanías, sus encuentros imprevistos y sus repentinas reconciliaciones, sus insaboros aguacates (paltas) y confusas indicaciones gastronómicas, sus carcajadas en medio de Ciudad Vieja, sus adorables habitantes y ese cajón-maleta ExtraExtraLarge de recuerdos que me llevaré cargando para toda la vida. Gracias Uruguay, la ciudad a la que vine a trabajar, pero que traía consigo venir a hacer mucho más que eso. Nos volveremos a ver (nos seguimos viendo).
Addendum. Exhibit A de la despedida anterior.
Addendum. Exhibit A de la despedida anterior.
Addendum. Exhibit A de la despedida anterior.
Exhibit B. Anexo 2
Exhibit B. Anexo 2
Semana 3 empezando ray nau. Nat y yo fuera de foco.