La queremos para desayunar.
Para comer.
Y para cenar.
#ValeriaNetflix tendrá cuarta y última temporada.
Se acabará #ValeriaNetflix, pero los audios de 10 minutos permanecerán. La cuarta y última temporada ha empezado su rodaje.
Esnob. 4 de junio en todas las librerías y plataformas digitales.
Y en esta ocasión… lanzamos dos ediciones diferentes a la vez: el formato habitual y una edición especial limitada de tapa dura que es… canelita en rama.
Cómo me gusta desvelar secretos 😈.
📖Imagina: eres un tiburón de las finanzas estilo lobo de Wall Street, perteneces a una buena familia y siempre lo has tenido todo; por no hablar de que no hay chica que se te resista. Y cuando estás a punto de rozar la cumbre del éxito con las yemas de los dedos, lo pierdes todo… por tu culpa. Tu única salida es volver a empezar y ahí estás, con tu traje esnob, en un polígono industrial en tu primer día como ceniciento. Pero, tranquilo, Alejo, que este no es el cuento de siempre, ¿o tal vez sí? #snob #elisabetbenavent #betacoqueta #libros #book
Esnob. 4 de junio en todas las librerías y plataformas digitales.
Y en esta ocasión… lanzamos dos ediciones diferentes a la vez: el formato habitual y una edición especial limitada de tapa dura que es… canelita en rama.
Cómo me gusta desvelar secretos 😈.
📖Imagina: eres un tiburón de las finanzas estilo lobo de Wall Street, perteneces a una buena familia y siempre lo has tenido todo; por no hablar de que no hay chica que se te resista. Y cuando estás a punto de rozar la cumbre del éxito con las yemas de los dedos, lo pierdes todo… por tu culpa. Tu única salida es volver a empezar y ahí estás, con tu traje esnob, en un polígono industrial en tu primer día como ceniciento. Pero, tranquilo, Alejo, que este no es el cuento de siempre, ¿o tal vez sí? #snob #elisabetbenavent #betacoqueta #libros #book
Esnob. 4 de junio en todas las librerías y plataformas digitales.
Y en esta ocasión… lanzamos dos ediciones diferentes a la vez: el formato habitual y una edición especial limitada de tapa dura que es… canelita en rama.
Cómo me gusta desvelar secretos 😈.
📖Imagina: eres un tiburón de las finanzas estilo lobo de Wall Street, perteneces a una buena familia y siempre lo has tenido todo; por no hablar de que no hay chica que se te resista. Y cuando estás a punto de rozar la cumbre del éxito con las yemas de los dedos, lo pierdes todo… por tu culpa. Tu única salida es volver a empezar y ahí estás, con tu traje esnob, en un polígono industrial en tu primer día como ceniciento. Pero, tranquilo, Alejo, que este no es el cuento de siempre, ¿o tal vez sí? #snob #elisabetbenavent #betacoqueta #libros #book
Fui un país en ruinas. Fui un lugar inhabitable incluso para mí. Así que me fabriqué un pasaporte con el que hacer que el tiempo y el espacio se convirtieran en el mismo borrón que dibujan los postes de teléfono cuando viajas en tren.
Pero mi país era pequeño y me recorrí entera antes de lo esperado, así que me senté en el andén a esperar que llegase ayuda desde las fronteras. Y lo que vi no me gustó, ni hacia fuera ni hacia dentro.
Y me cansé.
Armada con más voluntad que fuerza puse en orden los destrozos, barrí las calles, encendí el alumbrado, coloqué de nuevo el cristal en todas las ventanas que estallaron en mí y, con el trabajo terminado, me senté, crucé las piernas y con un suspiro pensé: ahora sí.
Pero ahora no. Porque llegaste tú. Y de pronto el cielo no estaba donde yo lo había colocado, el mes de septiembre duró 203 días y un suspiro (todo a la vez) y cuando quise darme cuenta ya no fumaba y me preocupaba la vida sana. Llegaste tú, y ahora en el país que soy suena música a todas horas y no sé dónde están los altavoces, porque me tiembla el pecho. ¿O es que volvió a latir?
Llegaste tú, y llegaron los besos con el paraguas y los ojos cerrados, sin importar la lluvia, los cepillos del pelo y de dientes, el pijama, el cajón vacío, la muda, tus libros, los míos y las series que no puedo ver si no estás conmigo. Y perdí el reloj. Ahora ya no sé por qué parece que ha pasado un siglo desde que fui ruina ni por qué todo ha pasado tan rápido.
Como los miedos, que también llegaron contigo, pero no de tu mano. Esos los puse yo. Miedo a que te vayas. A estropearlo. A que se muera solo. A que estemos locos de maneras diferentes.
Y ya no habrá paz para este país pequeño que se pasa los días en fiesta, temiendo ese momento del domingo en que se cierra la puerta y vuelve el silencio. Ese momento, condensado, pequeño pero denso, antes de que mi vida retome el ritmo, cuando solo te echo de menos.
Ahora, tumbada en el sofá con un libro en el regazo estoy triste porque es domingo, pero sonrío. Sonrío porque me ha dado por pensar que siempre fui un país caótico y pequeño, pero nunca nadie me hizo tantas fotos.
Fui un país en ruinas. Fui un lugar inhabitable incluso para mí. Así que me fabriqué un pasaporte con el que hacer que el tiempo y el espacio se convirtieran en el mismo borrón que dibujan los postes de teléfono cuando viajas en tren.
Pero mi país era pequeño y me recorrí entera antes de lo esperado, así que me senté en el andén a esperar que llegase ayuda desde las fronteras. Y lo que vi no me gustó, ni hacia fuera ni hacia dentro.
Y me cansé.
Armada con más voluntad que fuerza puse en orden los destrozos, barrí las calles, encendí el alumbrado, coloqué de nuevo el cristal en todas las ventanas que estallaron en mí y, con el trabajo terminado, me senté, crucé las piernas y con un suspiro pensé: ahora sí.
Pero ahora no. Porque llegaste tú. Y de pronto el cielo no estaba donde yo lo había colocado, el mes de septiembre duró 203 días y un suspiro (todo a la vez) y cuando quise darme cuenta ya no fumaba y me preocupaba la vida sana. Llegaste tú, y ahora en el país que soy suena música a todas horas y no sé dónde están los altavoces, porque me tiembla el pecho. ¿O es que volvió a latir?
Llegaste tú, y llegaron los besos con el paraguas y los ojos cerrados, sin importar la lluvia, los cepillos del pelo y de dientes, el pijama, el cajón vacío, la muda, tus libros, los míos y las series que no puedo ver si no estás conmigo. Y perdí el reloj. Ahora ya no sé por qué parece que ha pasado un siglo desde que fui ruina ni por qué todo ha pasado tan rápido.
Como los miedos, que también llegaron contigo, pero no de tu mano. Esos los puse yo. Miedo a que te vayas. A estropearlo. A que se muera solo. A que estemos locos de maneras diferentes.
Y ya no habrá paz para este país pequeño que se pasa los días en fiesta, temiendo ese momento del domingo en que se cierra la puerta y vuelve el silencio. Ese momento, condensado, pequeño pero denso, antes de que mi vida retome el ritmo, cuando solo te echo de menos.
Ahora, tumbada en el sofá con un libro en el regazo estoy triste porque es domingo, pero sonrío. Sonrío porque me ha dado por pensar que siempre fui un país caótico y pequeño, pero nunca nadie me hizo tantas fotos.
Fui un país en ruinas. Fui un lugar inhabitable incluso para mí. Así que me fabriqué un pasaporte con el que hacer que el tiempo y el espacio se convirtieran en el mismo borrón que dibujan los postes de teléfono cuando viajas en tren.
Pero mi país era pequeño y me recorrí entera antes de lo esperado, así que me senté en el andén a esperar que llegase ayuda desde las fronteras. Y lo que vi no me gustó, ni hacia fuera ni hacia dentro.
Y me cansé.
Armada con más voluntad que fuerza puse en orden los destrozos, barrí las calles, encendí el alumbrado, coloqué de nuevo el cristal en todas las ventanas que estallaron en mí y, con el trabajo terminado, me senté, crucé las piernas y con un suspiro pensé: ahora sí.
Pero ahora no. Porque llegaste tú. Y de pronto el cielo no estaba donde yo lo había colocado, el mes de septiembre duró 203 días y un suspiro (todo a la vez) y cuando quise darme cuenta ya no fumaba y me preocupaba la vida sana. Llegaste tú, y ahora en el país que soy suena música a todas horas y no sé dónde están los altavoces, porque me tiembla el pecho. ¿O es que volvió a latir?
Llegaste tú, y llegaron los besos con el paraguas y los ojos cerrados, sin importar la lluvia, los cepillos del pelo y de dientes, el pijama, el cajón vacío, la muda, tus libros, los míos y las series que no puedo ver si no estás conmigo. Y perdí el reloj. Ahora ya no sé por qué parece que ha pasado un siglo desde que fui ruina ni por qué todo ha pasado tan rápido.
Como los miedos, que también llegaron contigo, pero no de tu mano. Esos los puse yo. Miedo a que te vayas. A estropearlo. A que se muera solo. A que estemos locos de maneras diferentes.
Y ya no habrá paz para este país pequeño que se pasa los días en fiesta, temiendo ese momento del domingo en que se cierra la puerta y vuelve el silencio. Ese momento, condensado, pequeño pero denso, antes de que mi vida retome el ritmo, cuando solo te echo de menos.
Ahora, tumbada en el sofá con un libro en el regazo estoy triste porque es domingo, pero sonrío. Sonrío porque me ha dado por pensar que siempre fui un país caótico y pequeño, pero nunca nadie me hizo tantas fotos.
De todas las hazañas que el amor es capaz de llevar a cabo, la de manipular el tiempo siempre me ha parecido la más compleja.
Que sí, que si está lejos todo sucede despacio, que si está cerca todo se atropella, eso lo sabemos todos. Pero a mí me da por pensar que el objeto del amor no se ve afectado; es el amante quien mira preocupado el reloj.
¿Cómo encajar el resto de una vida en esa rotura del espacio tiempo? ¿Cómo hacer posible amar, ser amado y mantener los pies sobre el minutero lógico que mide la realidad?
El amor es un aprendiz de hechicero, que nos roba, turba, hace sentir minúsculos. Nos hace recorrer a gatas la gruta oscura de nuestras propias pequeñeces, nuestras propias inseguridades, nuestros propios miedos.
El amor es la calidez del sol de invierno, el tacto de una alfombra bajo los pies desnudos, una empinada escalera de caracol que resbala, un hogar construido con velas y cuadros de colores. El amor es un salto al vacío sin paracaídas ni cuerda ni red de seguridad. El amor es participar en una tómbola en la que no sabes si vas a ganar o el precio eres tú.
Pd: enamorada de los cuadros de @iluros que cuelgan en mi comedor, del caos de la estantería del salón (que pronto sustituiré por algo acorde al peso que debe sostener), de mis gatos buscando pajaritos y un rayo de sol, de la honestidad con la que los animales buscan las caricias, de encontrarme de nuevo en el reflejo de un espejo donde brillan unas llamas.
De todas las hazañas que el amor es capaz de llevar a cabo, la de manipular el tiempo siempre me ha parecido la más compleja.
Que sí, que si está lejos todo sucede despacio, que si está cerca todo se atropella, eso lo sabemos todos. Pero a mí me da por pensar que el objeto del amor no se ve afectado; es el amante quien mira preocupado el reloj.
¿Cómo encajar el resto de una vida en esa rotura del espacio tiempo? ¿Cómo hacer posible amar, ser amado y mantener los pies sobre el minutero lógico que mide la realidad?
El amor es un aprendiz de hechicero, que nos roba, turba, hace sentir minúsculos. Nos hace recorrer a gatas la gruta oscura de nuestras propias pequeñeces, nuestras propias inseguridades, nuestros propios miedos.
El amor es la calidez del sol de invierno, el tacto de una alfombra bajo los pies desnudos, una empinada escalera de caracol que resbala, un hogar construido con velas y cuadros de colores. El amor es un salto al vacío sin paracaídas ni cuerda ni red de seguridad. El amor es participar en una tómbola en la que no sabes si vas a ganar o el precio eres tú.
Pd: enamorada de los cuadros de @iluros que cuelgan en mi comedor, del caos de la estantería del salón (que pronto sustituiré por algo acorde al peso que debe sostener), de mis gatos buscando pajaritos y un rayo de sol, de la honestidad con la que los animales buscan las caricias, de encontrarme de nuevo en el reflejo de un espejo donde brillan unas llamas.
De todas las hazañas que el amor es capaz de llevar a cabo, la de manipular el tiempo siempre me ha parecido la más compleja.
Que sí, que si está lejos todo sucede despacio, que si está cerca todo se atropella, eso lo sabemos todos. Pero a mí me da por pensar que el objeto del amor no se ve afectado; es el amante quien mira preocupado el reloj.
¿Cómo encajar el resto de una vida en esa rotura del espacio tiempo? ¿Cómo hacer posible amar, ser amado y mantener los pies sobre el minutero lógico que mide la realidad?
El amor es un aprendiz de hechicero, que nos roba, turba, hace sentir minúsculos. Nos hace recorrer a gatas la gruta oscura de nuestras propias pequeñeces, nuestras propias inseguridades, nuestros propios miedos.
El amor es la calidez del sol de invierno, el tacto de una alfombra bajo los pies desnudos, una empinada escalera de caracol que resbala, un hogar construido con velas y cuadros de colores. El amor es un salto al vacío sin paracaídas ni cuerda ni red de seguridad. El amor es participar en una tómbola en la que no sabes si vas a ganar o el precio eres tú.
Pd: enamorada de los cuadros de @iluros que cuelgan en mi comedor, del caos de la estantería del salón (que pronto sustituiré por algo acorde al peso que debe sostener), de mis gatos buscando pajaritos y un rayo de sol, de la honestidad con la que los animales buscan las caricias, de encontrarme de nuevo en el reflejo de un espejo donde brillan unas llamas.
De todas las hazañas que el amor es capaz de llevar a cabo, la de manipular el tiempo siempre me ha parecido la más compleja.
Que sí, que si está lejos todo sucede despacio, que si está cerca todo se atropella, eso lo sabemos todos. Pero a mí me da por pensar que el objeto del amor no se ve afectado; es el amante quien mira preocupado el reloj.
¿Cómo encajar el resto de una vida en esa rotura del espacio tiempo? ¿Cómo hacer posible amar, ser amado y mantener los pies sobre el minutero lógico que mide la realidad?
El amor es un aprendiz de hechicero, que nos roba, turba, hace sentir minúsculos. Nos hace recorrer a gatas la gruta oscura de nuestras propias pequeñeces, nuestras propias inseguridades, nuestros propios miedos.
El amor es la calidez del sol de invierno, el tacto de una alfombra bajo los pies desnudos, una empinada escalera de caracol que resbala, un hogar construido con velas y cuadros de colores. El amor es un salto al vacío sin paracaídas ni cuerda ni red de seguridad. El amor es participar en una tómbola en la que no sabes si vas a ganar o el precio eres tú.
Pd: enamorada de los cuadros de @iluros que cuelgan en mi comedor, del caos de la estantería del salón (que pronto sustituiré por algo acorde al peso que debe sostener), de mis gatos buscando pajaritos y un rayo de sol, de la honestidad con la que los animales buscan las caricias, de encontrarme de nuevo en el reflejo de un espejo donde brillan unas llamas.
De todas las hazañas que el amor es capaz de llevar a cabo, la de manipular el tiempo siempre me ha parecido la más compleja.
Que sí, que si está lejos todo sucede despacio, que si está cerca todo se atropella, eso lo sabemos todos. Pero a mí me da por pensar que el objeto del amor no se ve afectado; es el amante quien mira preocupado el reloj.
¿Cómo encajar el resto de una vida en esa rotura del espacio tiempo? ¿Cómo hacer posible amar, ser amado y mantener los pies sobre el minutero lógico que mide la realidad?
El amor es un aprendiz de hechicero, que nos roba, turba, hace sentir minúsculos. Nos hace recorrer a gatas la gruta oscura de nuestras propias pequeñeces, nuestras propias inseguridades, nuestros propios miedos.
El amor es la calidez del sol de invierno, el tacto de una alfombra bajo los pies desnudos, una empinada escalera de caracol que resbala, un hogar construido con velas y cuadros de colores. El amor es un salto al vacío sin paracaídas ni cuerda ni red de seguridad. El amor es participar en una tómbola en la que no sabes si vas a ganar o el precio eres tú.
Pd: enamorada de los cuadros de @iluros que cuelgan en mi comedor, del caos de la estantería del salón (que pronto sustituiré por algo acorde al peso que debe sostener), de mis gatos buscando pajaritos y un rayo de sol, de la honestidad con la que los animales buscan las caricias, de encontrarme de nuevo en el reflejo de un espejo donde brillan unas llamas.
De todas las hazañas que el amor es capaz de llevar a cabo, la de manipular el tiempo siempre me ha parecido la más compleja.
Que sí, que si está lejos todo sucede despacio, que si está cerca todo se atropella, eso lo sabemos todos. Pero a mí me da por pensar que el objeto del amor no se ve afectado; es el amante quien mira preocupado el reloj.
¿Cómo encajar el resto de una vida en esa rotura del espacio tiempo? ¿Cómo hacer posible amar, ser amado y mantener los pies sobre el minutero lógico que mide la realidad?
El amor es un aprendiz de hechicero, que nos roba, turba, hace sentir minúsculos. Nos hace recorrer a gatas la gruta oscura de nuestras propias pequeñeces, nuestras propias inseguridades, nuestros propios miedos.
El amor es la calidez del sol de invierno, el tacto de una alfombra bajo los pies desnudos, una empinada escalera de caracol que resbala, un hogar construido con velas y cuadros de colores. El amor es un salto al vacío sin paracaídas ni cuerda ni red de seguridad. El amor es participar en una tómbola en la que no sabes si vas a ganar o el precio eres tú.
Pd: enamorada de los cuadros de @iluros que cuelgan en mi comedor, del caos de la estantería del salón (que pronto sustituiré por algo acorde al peso que debe sostener), de mis gatos buscando pajaritos y un rayo de sol, de la honestidad con la que los animales buscan las caricias, de encontrarme de nuevo en el reflejo de un espejo donde brillan unas llamas.
Llevo toda la semana pensando en la exigencia, concretamente en la que ejercemos hacia nosotras mismas.
Nunca tengo suficiente. De mí. Siempre quiero más. Siempre hay un motivo por el que decirme que no soy suficiente. Da igual cuánto me esfuerce.
Miras instagram, a tu amiga, a esa chica del gimnasio y siempre sales perdiendo. Esta tiranía de la perfección, del verde césped del vecino, del espejo de aumento, de “mens sana in corpore sano”… un día podrá conmigo.
Soy de esas que no saben pedir ayuda, de las de “deja, que puedo sola”… de las que tiran de las costuras hasta que solo un hilo mantiene la formalidad.
Un día me romperé y espero que, al hacerlo, de mi interior broten alas que me liberen de mí. De mi juicio, de mi exigencia, de mi control, de mi sobreprotección. Salvarme a mí de mí y después volar.
Este año he terminado una novela con el codo roto, he dejado de fumar, he empezado a hacer deporte, a comer más natural, a dormir mejor y a madrugar, a darme el capricho de una copita de vino solo dos veces por semana, a volver a casa más pronto. Llevo 24 libros leídos desde que empezó el año, tengo en marcha todos los cambios que quería hacer en la casa, estoy planeando viajes, corrigiendo el borrador, voy a visitar a mis padres…
… y me sigue preocupando que quizá cogí unos kilos.
¿Existe algún momento en el que el mundo deje de decirnos que debemos mejorar?
Ya me he cansado de estar estropeada, de ser ciudadana de segunda porque a veces los vaqueros de Zara no me suben de los muslos, de escuchar “qué mona en esta foto, estabas más delgada”, “has cogido peso”, “te veo bien, ¿has adelgazado?”, “¿estás haciendo alguna dieta a parte del ejercicio?”, “guapa de cara”, “lo que tienes que hacer es…”
Yo ya me he cansado y, ¿sabes? Ahora solo quiero ser.
Fotos random de la semana.
1. Mis zapatitos en “Toma Café”.
2. Perseo tranquilo; se ve pocas veces esto.
3. Dame una ostra y dime tonta.
4. Con mis editores de España y México. ❤️
5. Jose siendo Jose
6. Noches de cine.
7. Cosa extraña que refleja muy bien cómo me siento.
8. A veces hasta me peino.
Llevo toda la semana pensando en la exigencia, concretamente en la que ejercemos hacia nosotras mismas.
Nunca tengo suficiente. De mí. Siempre quiero más. Siempre hay un motivo por el que decirme que no soy suficiente. Da igual cuánto me esfuerce.
Miras instagram, a tu amiga, a esa chica del gimnasio y siempre sales perdiendo. Esta tiranía de la perfección, del verde césped del vecino, del espejo de aumento, de “mens sana in corpore sano”… un día podrá conmigo.
Soy de esas que no saben pedir ayuda, de las de “deja, que puedo sola”… de las que tiran de las costuras hasta que solo un hilo mantiene la formalidad.
Un día me romperé y espero que, al hacerlo, de mi interior broten alas que me liberen de mí. De mi juicio, de mi exigencia, de mi control, de mi sobreprotección. Salvarme a mí de mí y después volar.
Este año he terminado una novela con el codo roto, he dejado de fumar, he empezado a hacer deporte, a comer más natural, a dormir mejor y a madrugar, a darme el capricho de una copita de vino solo dos veces por semana, a volver a casa más pronto. Llevo 24 libros leídos desde que empezó el año, tengo en marcha todos los cambios que quería hacer en la casa, estoy planeando viajes, corrigiendo el borrador, voy a visitar a mis padres…
… y me sigue preocupando que quizá cogí unos kilos.
¿Existe algún momento en el que el mundo deje de decirnos que debemos mejorar?
Ya me he cansado de estar estropeada, de ser ciudadana de segunda porque a veces los vaqueros de Zara no me suben de los muslos, de escuchar “qué mona en esta foto, estabas más delgada”, “has cogido peso”, “te veo bien, ¿has adelgazado?”, “¿estás haciendo alguna dieta a parte del ejercicio?”, “guapa de cara”, “lo que tienes que hacer es…”
Yo ya me he cansado y, ¿sabes? Ahora solo quiero ser.
Fotos random de la semana.
1. Mis zapatitos en “Toma Café”.
2. Perseo tranquilo; se ve pocas veces esto.
3. Dame una ostra y dime tonta.
4. Con mis editores de España y México. ❤️
5. Jose siendo Jose
6. Noches de cine.
7. Cosa extraña que refleja muy bien cómo me siento.
8. A veces hasta me peino.
Llevo toda la semana pensando en la exigencia, concretamente en la que ejercemos hacia nosotras mismas.
Nunca tengo suficiente. De mí. Siempre quiero más. Siempre hay un motivo por el que decirme que no soy suficiente. Da igual cuánto me esfuerce.
Miras instagram, a tu amiga, a esa chica del gimnasio y siempre sales perdiendo. Esta tiranía de la perfección, del verde césped del vecino, del espejo de aumento, de “mens sana in corpore sano”… un día podrá conmigo.
Soy de esas que no saben pedir ayuda, de las de “deja, que puedo sola”… de las que tiran de las costuras hasta que solo un hilo mantiene la formalidad.
Un día me romperé y espero que, al hacerlo, de mi interior broten alas que me liberen de mí. De mi juicio, de mi exigencia, de mi control, de mi sobreprotección. Salvarme a mí de mí y después volar.
Este año he terminado una novela con el codo roto, he dejado de fumar, he empezado a hacer deporte, a comer más natural, a dormir mejor y a madrugar, a darme el capricho de una copita de vino solo dos veces por semana, a volver a casa más pronto. Llevo 24 libros leídos desde que empezó el año, tengo en marcha todos los cambios que quería hacer en la casa, estoy planeando viajes, corrigiendo el borrador, voy a visitar a mis padres…
… y me sigue preocupando que quizá cogí unos kilos.
¿Existe algún momento en el que el mundo deje de decirnos que debemos mejorar?
Ya me he cansado de estar estropeada, de ser ciudadana de segunda porque a veces los vaqueros de Zara no me suben de los muslos, de escuchar “qué mona en esta foto, estabas más delgada”, “has cogido peso”, “te veo bien, ¿has adelgazado?”, “¿estás haciendo alguna dieta a parte del ejercicio?”, “guapa de cara”, “lo que tienes que hacer es…”
Yo ya me he cansado y, ¿sabes? Ahora solo quiero ser.
Fotos random de la semana.
1. Mis zapatitos en “Toma Café”.
2. Perseo tranquilo; se ve pocas veces esto.
3. Dame una ostra y dime tonta.
4. Con mis editores de España y México. ❤️
5. Jose siendo Jose
6. Noches de cine.
7. Cosa extraña que refleja muy bien cómo me siento.
8. A veces hasta me peino.
Llevo toda la semana pensando en la exigencia, concretamente en la que ejercemos hacia nosotras mismas.
Nunca tengo suficiente. De mí. Siempre quiero más. Siempre hay un motivo por el que decirme que no soy suficiente. Da igual cuánto me esfuerce.
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Soy de esas que no saben pedir ayuda, de las de “deja, que puedo sola”… de las que tiran de las costuras hasta que solo un hilo mantiene la formalidad.
Un día me romperé y espero que, al hacerlo, de mi interior broten alas que me liberen de mí. De mi juicio, de mi exigencia, de mi control, de mi sobreprotección. Salvarme a mí de mí y después volar.
Este año he terminado una novela con el codo roto, he dejado de fumar, he empezado a hacer deporte, a comer más natural, a dormir mejor y a madrugar, a darme el capricho de una copita de vino solo dos veces por semana, a volver a casa más pronto. Llevo 24 libros leídos desde que empezó el año, tengo en marcha todos los cambios que quería hacer en la casa, estoy planeando viajes, corrigiendo el borrador, voy a visitar a mis padres…
… y me sigue preocupando que quizá cogí unos kilos.
¿Existe algún momento en el que el mundo deje de decirnos que debemos mejorar?
Ya me he cansado de estar estropeada, de ser ciudadana de segunda porque a veces los vaqueros de Zara no me suben de los muslos, de escuchar “qué mona en esta foto, estabas más delgada”, “has cogido peso”, “te veo bien, ¿has adelgazado?”, “¿estás haciendo alguna dieta a parte del ejercicio?”, “guapa de cara”, “lo que tienes que hacer es…”
Yo ya me he cansado y, ¿sabes? Ahora solo quiero ser.
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Este año he terminado una novela con el codo roto, he dejado de fumar, he empezado a hacer deporte, a comer más natural, a dormir mejor y a madrugar, a darme el capricho de una copita de vino solo dos veces por semana, a volver a casa más pronto. Llevo 24 libros leídos desde que empezó el año, tengo en marcha todos los cambios que quería hacer en la casa, estoy planeando viajes, corrigiendo el borrador, voy a visitar a mis padres…
… y me sigue preocupando que quizá cogí unos kilos.
¿Existe algún momento en el que el mundo deje de decirnos que debemos mejorar?
Ya me he cansado de estar estropeada, de ser ciudadana de segunda porque a veces los vaqueros de Zara no me suben de los muslos, de escuchar “qué mona en esta foto, estabas más delgada”, “has cogido peso”, “te veo bien, ¿has adelgazado?”, “¿estás haciendo alguna dieta a parte del ejercicio?”, “guapa de cara”, “lo que tienes que hacer es…”
Yo ya me he cansado y, ¿sabes? Ahora solo quiero ser.
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1. Mis zapatitos en “Toma Café”.
2. Perseo tranquilo; se ve pocas veces esto.
3. Dame una ostra y dime tonta.
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5. Jose siendo Jose
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7. Cosa extraña que refleja muy bien cómo me siento.
8. A veces hasta me peino.
Llevo toda la semana pensando en la exigencia, concretamente en la que ejercemos hacia nosotras mismas.
Nunca tengo suficiente. De mí. Siempre quiero más. Siempre hay un motivo por el que decirme que no soy suficiente. Da igual cuánto me esfuerce.
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Soy de esas que no saben pedir ayuda, de las de “deja, que puedo sola”… de las que tiran de las costuras hasta que solo un hilo mantiene la formalidad.
Un día me romperé y espero que, al hacerlo, de mi interior broten alas que me liberen de mí. De mi juicio, de mi exigencia, de mi control, de mi sobreprotección. Salvarme a mí de mí y después volar.
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… y me sigue preocupando que quizá cogí unos kilos.
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Ya me he cansado de estar estropeada, de ser ciudadana de segunda porque a veces los vaqueros de Zara no me suben de los muslos, de escuchar “qué mona en esta foto, estabas más delgada”, “has cogido peso”, “te veo bien, ¿has adelgazado?”, “¿estás haciendo alguna dieta a parte del ejercicio?”, “guapa de cara”, “lo que tienes que hacer es…”
Yo ya me he cansado y, ¿sabes? Ahora solo quiero ser.
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1. Mis zapatitos en “Toma Café”.
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Llevo toda la semana pensando en la exigencia, concretamente en la que ejercemos hacia nosotras mismas.
Nunca tengo suficiente. De mí. Siempre quiero más. Siempre hay un motivo por el que decirme que no soy suficiente. Da igual cuánto me esfuerce.
Miras instagram, a tu amiga, a esa chica del gimnasio y siempre sales perdiendo. Esta tiranía de la perfección, del verde césped del vecino, del espejo de aumento, de “mens sana in corpore sano”… un día podrá conmigo.
Soy de esas que no saben pedir ayuda, de las de “deja, que puedo sola”… de las que tiran de las costuras hasta que solo un hilo mantiene la formalidad.
Un día me romperé y espero que, al hacerlo, de mi interior broten alas que me liberen de mí. De mi juicio, de mi exigencia, de mi control, de mi sobreprotección. Salvarme a mí de mí y después volar.
Este año he terminado una novela con el codo roto, he dejado de fumar, he empezado a hacer deporte, a comer más natural, a dormir mejor y a madrugar, a darme el capricho de una copita de vino solo dos veces por semana, a volver a casa más pronto. Llevo 24 libros leídos desde que empezó el año, tengo en marcha todos los cambios que quería hacer en la casa, estoy planeando viajes, corrigiendo el borrador, voy a visitar a mis padres…
… y me sigue preocupando que quizá cogí unos kilos.
¿Existe algún momento en el que el mundo deje de decirnos que debemos mejorar?
Ya me he cansado de estar estropeada, de ser ciudadana de segunda porque a veces los vaqueros de Zara no me suben de los muslos, de escuchar “qué mona en esta foto, estabas más delgada”, “has cogido peso”, “te veo bien, ¿has adelgazado?”, “¿estás haciendo alguna dieta a parte del ejercicio?”, “guapa de cara”, “lo que tienes que hacer es…”
Yo ya me he cansado y, ¿sabes? Ahora solo quiero ser.
Fotos random de la semana.
1. Mis zapatitos en “Toma Café”.
2. Perseo tranquilo; se ve pocas veces esto.
3. Dame una ostra y dime tonta.
4. Con mis editores de España y México. ❤️
5. Jose siendo Jose
6. Noches de cine.
7. Cosa extraña que refleja muy bien cómo me siento.
8. A veces hasta me peino.
Llevo toda la semana pensando en la exigencia, concretamente en la que ejercemos hacia nosotras mismas.
Nunca tengo suficiente. De mí. Siempre quiero más. Siempre hay un motivo por el que decirme que no soy suficiente. Da igual cuánto me esfuerce.
Miras instagram, a tu amiga, a esa chica del gimnasio y siempre sales perdiendo. Esta tiranía de la perfección, del verde césped del vecino, del espejo de aumento, de “mens sana in corpore sano”… un día podrá conmigo.
Soy de esas que no saben pedir ayuda, de las de “deja, que puedo sola”… de las que tiran de las costuras hasta que solo un hilo mantiene la formalidad.
Un día me romperé y espero que, al hacerlo, de mi interior broten alas que me liberen de mí. De mi juicio, de mi exigencia, de mi control, de mi sobreprotección. Salvarme a mí de mí y después volar.
Este año he terminado una novela con el codo roto, he dejado de fumar, he empezado a hacer deporte, a comer más natural, a dormir mejor y a madrugar, a darme el capricho de una copita de vino solo dos veces por semana, a volver a casa más pronto. Llevo 24 libros leídos desde que empezó el año, tengo en marcha todos los cambios que quería hacer en la casa, estoy planeando viajes, corrigiendo el borrador, voy a visitar a mis padres…
… y me sigue preocupando que quizá cogí unos kilos.
¿Existe algún momento en el que el mundo deje de decirnos que debemos mejorar?
Ya me he cansado de estar estropeada, de ser ciudadana de segunda porque a veces los vaqueros de Zara no me suben de los muslos, de escuchar “qué mona en esta foto, estabas más delgada”, “has cogido peso”, “te veo bien, ¿has adelgazado?”, “¿estás haciendo alguna dieta a parte del ejercicio?”, “guapa de cara”, “lo que tienes que hacer es…”
Yo ya me he cansado y, ¿sabes? Ahora solo quiero ser.
Fotos random de la semana.
1. Mis zapatitos en “Toma Café”.
2. Perseo tranquilo; se ve pocas veces esto.
3. Dame una ostra y dime tonta.
4. Con mis editores de España y México. ❤️
5. Jose siendo Jose
6. Noches de cine.
7. Cosa extraña que refleja muy bien cómo me siento.
8. A veces hasta me peino.
Terminar un libro es emocionante. Es un dolor de estómago casi constante (y cortante). Es imaginar el desastre mientras te tomas un café, comes compulsivamente dos galletas que no te apetecen, echas de menos fumar después de seis meses, te sientes una impostora que finge que sabe lo que se hace.
Es emocionarte cuando una escena POR FIN encaja y deprimirte después bajo la sospecha de que has bajado el estándar de calidad.
Terminar una novela es buscarle el alma por todas partes, como un sabueso hambriento y muchas veces no encontrarla. Es mandarle mensajes a tu editora llenos de dudas sobre ti misma, es asumir los cambios que te proponen con alivio, es no encontrar corrector de ojeras capaz de taparlas.
Terminar una novela supone descubrir nuevas arrugas en tu frente y bajo tus ojos, darte cuenta de pronto de que no te lavas el pelo desde hace días, beber tanta agua que dormir del tirón sin tener que levantarse al menos tres veces es una entelequia y vestir como si acabases de llegar de comprar droga.
Terminar una novela supone la ilusión de lo nuevo, el miedo por el futuro, las dudas sobre cómo enfrentar tu próximo libro. Son horas de sueño perdidas, melatonina, valeriana y a veces algo un poco más fuerte, porque en la cabeza gritan monos que lanzan caca y enseñan los dientes.
Terminar una novela es precioso: es demostrarle a tu yo más negativo que sí pudiste hacerlo, que aún tienes cosas que aprender (y eso es tremendamente emocionante), saber que en el año más complicado de tu vida cumpliste plazos, que puedes estar orgullosa de tu compromiso para con tu trabajo… pero también miedo, incertidumbre, suspicacia y duda. Mucha duda.
Tengo el trabajo con el que siempre soñé. Esto no es una queja. Esto es la necesidad visceral de no idealizar la realidad, de no añadir algodón de azúcar sobre cosas que no lo necesitan, de compartir con vosotr@s la vulnerabilidad que todos experimentamos (no importa cuál sea nuestro oficio) para que, después de respirar hondo, todos podamos sentir que no estamos solos, que no somos raros y que no debemos escuchar al gurú que grita a los cuatro vientos que su césped es más verde.
🌟 Drumroll please! 🌟
🎉The cover reveal for A Perfect Story by Elísabet Benavent is happening over at Cultress (link in bio)! 📚✨
🎬Now an original series from Netflix🎬
You can read it now on NetGalley, today only! Run 🏃♀️, don’t walk!
Two heartbroken people from totally different worlds go on a fake-dating vacation of a lifetime. What could possibly go wrong?
☀️ Opposites attract romance
☀️ Fake dating (but it feels so real)
☀️ Sizzling heat and fiery passion
☀️ Books that make you cry and laugh
☀️ A fun, sexy vacation to the Mediterranean
Margot Ortega always struggled to be the princess in her own fairytale: a successful career, a huge salary, a gorgeous apartment, and a perfect fiancé. But on her wedding day, she suffers a major panic attack and has to call it off.
Devastated and ashamed, Margot decides to drown her sufferings in a mad night of alcohol and dancing. The next day, she goes back to the sleazy club to retrieve her sister’s cell phone, and has a crazy encounter with David Sánchez, the handsome, fun-loving bartender who persuades her to pretend to be his new girlfriend in order to make his ex jealous. David recognizes the sadness in her eyes, and together they conspire to help each other get their exes back. Little do they know how much fun they’ll have and how much they’ll complicate their lives.
A trip to Greece together that Margot sees as a much-needed getaway creates an unexpected connection and depth of intimacy between two people who belong to two totally different worlds. What starts as a simple escape for fun and adventure becomes complicated and devastating when the depth of their feelings pulls the two lovers in different directions and forces them to make a life-altering decision.
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